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Hoy me falta un cumpleaños...

 Hoy hubiéramos empezado a mandarnos mensajes y organizar cómo encarar la semana, analizando qué animal sacrificar para las brasas, eligiendo qué bebidas serían adecuadas, en calidad y sobre todo en cantidad... hoy estoy extrañando todo eso... Aún me cuesta creer. Aún me duele hasta el aliento. Esta canción salió hace rato, pero pude llegar a grabarla hoy mismo, porque recién hoy que me quedé sin tu cumple, pude cantarla sin llorar.¿Será el fresco repentino del clima?¿serán los aires de revolución que están empezando a amanecer?,¿será el vino o el fernet? ... no lo sé, pero aquí está  Las dos orillas    La niñez que nunca perdimos hace la plancha en el río mirando a las dos orillas porque sabe que habrá un guiño desde cualquiera. La niñez que flota y deriva busca tu luz en orillas siguiendo caminos de humo ruta azul del infinito que nunca olvida. Ayer es siempre en la memoria aunque el hoy se haya roto mañana veré tu orilla desde el guiño del humo a tu brasa que alum...

Allá lejos...

 En la temprana adolescencia, allá por el 77, en un libro de texto (Shunko, de Jorge W. Ábalos) encontré este poema de Tomás Eloy Martínez, que memorizé automáticamente. Luego no volví a saber de él, hasta ahora que acabo de encontrarlo luego de años de búsqueda. Gracias Maestro Tomás, creo que ahí se consolidó mi vocación por decir lo que duele callar. 


Lamentación por Ana Vieyra

No encenderá tu amor, como la oveja,

el viento en los vellones fugitivos,

ni tu perfil de alondra en las espumas

de un verano desnudo,

como la sangre vuelve a las cigarras,

después que las canciones han herido su sombra.


Ya no, Ana Vieyra, sobre la adolescente

soledad de tus manos sin orillas

amanecerá el aire, entre pastores.

¡Tu largo corazón se ha vuelto río!


Si tu aliento no empuja el mediodía,

¿cómo alzarán su lengua los quebrachos,

y cómo  la algarroba, sin tu alma temprana,

recogerá los sueños del otoño?


Dile a la tierra tu silencio, dile

tu pan al agua y tu mejilla al cielo.

Si no resbala el corazón, los juncos

arderán con la flor de tu misterio.


Pero dame tu oveja y tu memoria:

no hay otro sueño que las guarde, sólo

mis pájaros abiertos en tu boca

como una larga sed, cerca del polvo.


Tomás Eloy Martínez



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