Ir al contenido principal

Destacados

Hoy me falta un cumpleaños...

 Hoy hubiéramos empezado a mandarnos mensajes y organizar cómo encarar la semana, analizando qué animal sacrificar para las brasas, eligiendo qué bebidas serían adecuadas, en calidad y sobre todo en cantidad... hoy estoy extrañando todo eso... Aún me cuesta creer. Aún me duele hasta el aliento. Esta canción salió hace rato, pero pude llegar a grabarla hoy mismo, porque recién hoy que me quedé sin tu cumple, pude cantarla sin llorar.¿Será el fresco repentino del clima?¿serán los aires de revolución que están empezando a amanecer?,¿será el vino o el fernet? ... no lo sé, pero aquí está  Las dos orillas    La niñez que nunca perdimos hace la plancha en el río mirando a las dos orillas porque sabe que habrá un guiño desde cualquiera. La niñez que flota y deriva busca tu luz en orillas siguiendo caminos de humo ruta azul del infinito que nunca olvida. Ayer es siempre en la memoria aunque el hoy se haya roto mañana veré tu orilla desde el guiño del humo a tu brasa que alum...

Don Abel



         Te conocí de niño. Yo le hacía los mandados a mi profe Deonildo; con quien hice mis primeros pasos en la guitarra. Iba a buscar libros de guitarra y otros instrumentos, a lo de "don Cabral", hombre serio, recio, de pocas palabras. 

Años después descubriría que tocabas la guitarra y que todo lo que vendías lo conocías por haberlo leído y ejecutado. Recuerdo cuando compré "Las cuatro estaciones" de Piazzolla (transcripción para guitarra), me dijiste: 

- Es jodido eso eh!-


Un día llamaste a la puerta de casa, atendí y ahí estabas... 

-¿ Está Marcelino?- 

Te referías a mi padre, quien se encontraba convalesciente, pues los médicos habían dado un pronóstico desfavorable (que yo ignoraba un poco). 

-Sí-

 te dije  

-Está en cama, pase.-

Charlaste un poco, y miraste mi guitarra que yacía abandonada arriba del ropero. Me preguntaste:

-¿Esa guitarra es tuya?-

-¿Me la prestás un rato?-

-Sí, claro!, te dije un poco sorprendido.-

Y ahí empezó el concierto. Luego de que te limaras las uñas con una caja de fósforos Ranchera.

Y empezaste a tocar... y pasó una hora, y pasaron dos. Clásicos, tango, folklore... no mediaban palabras, sólo música y aplausos de un público de tres: mi padre en la cama, mi madre sentada en la cama y yo.

Terminó el concierto y simplemente dijiste: 

-Bueno Marcelino, ¡espero que te mejores!-

-¡Gracias!-

dijimos los tres.

Varios años después, quizá ya estarías jubilado, te encontré en el Conservatorio asistiendo a clases de guitarra. Seguías estudiando.


Tengo entendido que a mi padre le habían diagnosticado poco tiempo más de vida, quizá meses.

Pasaron los años, tanto como veinticinco desde aquel concierto, y mi padre murió.

Un día empezamos a recordar con mi madre, la Ñata, acerca de aquel día. Solamente nos encojimos de hombros, y no dijimos nada. Quizá pensamos la palabra ¡Gracias!, por aquel mágico concierto, de entrecasa y de entrecama.

Y hoy, unos años después, de que mi madre, la Ñata, ya tampoco esté, te vuelvo a decir ¡Gracias! por aquella música que logró dos cosas de a poco: yo volví a tocar la guitarra, seguí yendo a comprarte libros (no sólo de guitarra), trabajé con ella en la música, y hoy jubilado, sigo con ella; y Marcelino, mi padre siguió con nosotros veinticinco años más.

                                                               ¡GRACIAS DON ABEL!



 

Comentarios

Entradas populares